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“Mas del caballo no os fieis”
Apareció en estos pasados días, una escultura, bonita, por cierto, de un gran caballo de madera frente a palacio municipal y catedral, y recordé la frase de Eneas en la Eneida: “Mas del caballo no os fieis, troyanos: yo temo al griego, aunque presente dones”. Eso me hizo pensar en el famoso caballo de Troya y me dio curiosidad saber si mis alumnos, que son quince, tenían conocimiento de dicha escena de la literatura clásica; me sorprendió que de todo el grupo, que suelen ser jóvenes estudiosos, solo uno de ellos tenía una idea de qué era un caballo al que se metían personas, pero no sabía dónde pudo haber sucedido y, desde luego, ninguno había leído ni la “Ilíada” ni la “Odisea”, menos la “Eneida” y las obras donde se narra este hecho. Y como creo que este hecho será ignorado por la mayoría de personas, por ello puede resultar interesante saber dónde se menciona.
La lucha inicia en los hechos cuando Paris, príncipe troyano, se lleva a Helena, que era una mujer bellísima, esposa de Menelao, rey de Esparta; habiendo varias historias respecto a la causa por la que se fue la bella Helena con el príncipe de Ilion, todas muy divertidas.
Hasta donde yo he visto, en la “Odisea” tan solo hay vagas referencias en el canto octavo, en el que se dice que Epeo -con la ayuda de Atenea y el ingenio de Odiseo- fue quien la construyó. En la “Eneida”, Eneas menciona esa desconfianza natural que los de Ilion tenían para los griegos y se narra que tanto Casandra (que tenía el don de la adivinación que le regaló Apolo, aunque también tenía la maldición de la enojada deidad, quien le siguió permitiendo tener el don de la profecía, pero en las que nadie creería) como Lacoonte vieron el peligro que representaba el caballo y lo dijeron en su momento, pero no les creyeron.
Pero es Quinto de Esmirna, de cuya vida se conoce muy poco, quien escribió con sumo detalle la cuestión del caballo de Troya, en su texto nominado como “Posthoméricas” y en donde narra cómo Epeo, carpintero a quien enseñó su oficio Atenea, escogió la madera y todos los detalles de la extraordinaria fabricación; pero hay que decir que las Keres (que eran espíritus de la muerte, de la hambruna y de las enfermedades, ya que se alimentan de muertes violentas y viven en el inframundo) narran también quiénes fueron los treinta guerreros y el orden en que entraron al caballo y esperaron ser introducirlos a los altos muros de Troya, de donde salieron a ganar la guerra, que ya para esos tiempos llevaba diez años.
En ese contexto se desarrolla la obra y, haya existido o no, pero es un verdadero gozo leerlo. Eneas pidió desconfiar del caballo simplemente por desconfiar de los griegos y me permito desconfiar de nuestro caballo, simplemente porque desconfío del gobierno.
@enrigue_zuloaga
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